Historia de
En los cincuenta años transcurridos entre 1436 y 1486 se produjeron en la
ciudad de Dijon, ciento veinticinco casos de violación cuyo epílogo fue
fatalmente el de otras tantas mujeres destinadas a trabajar en los prostíbulos,
aún contra su voluntad expresa. Considerando que seguramente muchas de las
violaciones realmente sucedidas pueden no haber sido denunciadas por
vergüenza, por temor a las represalias, o por acuerdo
económico con los victimarios, estos atentados deben haber sido muchos
más. Convengamos en que si se producían no menos de veinte violaciones
cada año, en relación con las dimensiones poblacionales de las urbes de la
época, la cifra resulta muy significativa para determinar el grado de inseguridad
reinante. El modus operandi era el siguiente: un grupo de no más de quince
muchachones, generalmente menores de veinticinco años, de distintas condiciones
sociales (artesanos, jornaleros, etc.) asaltaba la casa de una mujer y "a cara descubierta, mezclando brutalidades y
empujones, amenazas e injurias, violan a su presa allí mismo, a veces
delante de uno o dos testigos aterrorizados, o bien arrastran a la mujer por
las calles y la arrojan en una casa cómplice donde se dedican a su solaz
durante toda la noche" (ibid). Víctimas especialmente
elegidas para esta costumbre salvaje eran las concubinas de los clérigos,
condición que distaba de ser excepcional ya que el 32% de los bastardos
legitimados en Sicilia correspondía a hijos de sacerdotes.
Los vecinos no intervenían prácticamente nunca, con lo cual el clima de
inseguridad imperante para determinados sectores femeninos de la sociedad
resultaba difícilmente tolerable, salvo por la existencia de los prostíbulos,
que contribuían a resguardar la integridad de las mujeres que quedaban.
Las jóvenes de esta manera arrojadas a la prostitución no se sentían culpables
de su comercio, asistían a misa con sus rosarios y escapularios, se
confesaban y eran muy generosas con la limosna. Además, con el tiempo, y luego
de pasar por unacarrera que
transcurría sucesivamente por la compañía secreta de viejos y ricos, la casa de
baños y el burdel municipal, alcanzaban la integración social por medio del
trabajo doméstico al servicio de alguna familia, y hasta llegaban a contraer
matrimonio.
Por otro lado es interesante conocer la composición de la clientela que
concurría a baños públicos y burdeles: hombres de dieciocho a
cuarenta años, de todas las condiciones sociales, hacia quienes el personal de
justicia, en sus escritos, no mostraba la menor animadversión. Los hombres
casados concurrían a los baños públicos que eran más caros, mientras en
los burdeles de Dijon el 20% de la clientela estaba integrada por clérigos. Al
respecto aclara Rossiaud (ibid)
que no parece que "el hecho de
que los curas frecuentaran a las prostitutas fuera considerado como
verdaderamente escandaloso (...). El objeto de escándalo -para
todos-, era que el cura viviese en concubinato o requiriese los buenos oficios
de una celestina". Por cierto que la condena social del
cura concubino no era suficiente para erradicar tal pauta entre los sacerdotes
alcanzados por los cánones gregorianos (recordemos que en Oriente y en el sur
de Italia, los clérigos de rito bizantino se casaban).
Los jóvenes se veían impulsados socialmente a concurrir al prostíbulo para dar
pruebas públicas de su normalidad social
y fisiológica. En pocas palabras, la concurrencia al burdel no era mal vista en
ningún caso, salvo que el cliente permaneciera varias noches seguidas en
él, "haciendo
ostentación".
El status relativamente positivo de
las prostitutas se apoyaba en la convicción de que, como vimos, se
trataba de una situación obligada y no de una opción, y además, en la
certeza de que las pobres constituían el único reaseguro de la castidad de las
demás vecinas de la ciudad. Función derivada no sólo del hecho de concitar
hacia el prostíbulo el deseo de los varones, con lo que se controlaba
parcialmente el impulso masculino general dejando a salvo a las demás mujeres,
sino también porque se convirtieron en las personas "más activas en la persecución de las
muchachas secretas y de las esposas depravadas, a las que amenazaban con la
denuncia" (ibid).
No hay que sacar conclusiones apresuradas en cuanto a la tranquilidad en
la vida de estas pobres mujeres, ni en cuanto a su aceptación social: cada
tanto estallaba una campaña persecutoria, generalmente debida a la
interpretación supersticiosa de algún mal colectivo y natural (sequías,
inundaciones, malas cosechas, epidemias). Otra razón para que se desencadenara
la persecución era el paso por la ciudad de algún predicador inflamado (figura tan
común en la época). Generalmente las acusaciones de éstos apuntaban a la brujería, rapto, seducción de jovencitos, etc.
ya que "la prostitución o el
proxenetismo no constituían de por sí faltas determinantes de una reacción
social"(ibid).
Sea como fuere estos datos nos llevan a pensar que existía una particular
facilidad para descargar las tensiones agresivas de la sociedad en el objeto
sexual más explícito de la época. De donde podemos concluir, creo que sin abuso
especulativo, que en esta etapa histórica tampoco se quebró la continuidad de
la línea de las diversas formas de represión sexual.
Tanto en los períodos anteriores, como en éste que nos ocupa, algunos teólogos
intentaron, con gran timidez, rescatar el valor del placer sexual.
Inclusive algunos de ellos, y en muy limitadas circunstancias, insinuaron
tolerar la anticoncepción. Fueron suficientes estos trémulos atisbos de liberalidad para que una sociedad
que contaba con una fuerte tradición pagana llegara a caracterizarse por una
gran permisividad, la cual desaparecería de todas maneras bastante rápidamente
durante el Renacimiento, que es, por ejemplo, cuando se manifestó una creciente
descalificación y rechazo de la prostitución.
Según Rossiaud (1984),
entonces "la prostitución no
murió (...) pero se volvió más cara, más peligrosa y rodeada de relaciones
vergonzosas".
Con respecto a otras manifetaciones de la sexualidad, Bresc (ibid) ha señalado la relativa frecuencia de la sodomía en España y en el norte de Italia: "en Venecia se queman de uno a diez sodomitas anuales". El mismo autor comenta:"¿homosexualidad? Sin duda, pero también prácticas sustitutorias llevadas a cabo por grupos más aislados y menos violentos que los de las ciudades rodanianas", aquellas que consideramos al hablar de la prostitución en
La sexualidad extraconyugal solía conducir a un concubinato
prolongado y monogámico de un noble con una mujer enamorada que así quedaba marcada
moral y socialmente, aunque sus hijos, por más que fueran calificados de bastardos podían alcanzar cierto
prestigio como para ser considerados "fuertes,
violentos, astutos, fogosos en la guerra y en el amor, temidos y
respetados" (ibid).
Insensiblemente nos hemos ido internando en el período que, aceptando la
nomenclatura de Shorter (1984),
denominaremos de la familia
tradicional.
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Son los espacios cotidianos que transitamos sin saber su historia ,no siempre tenemos el tiempo suficiente para fijarnos en ellos .
miércoles, 19 de junio de 2013
Historia de la Prostitución Segunda parte
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